INTRO

Hola amig@s de los piratas, del sol, de las bicicletas, la roca y las playas paradisiacas. Si os sentís identificados con esta descripción, entonces os encontrais en la dirección hecha para vosotr@s.

Hallo Freunde des Jolly Rogers, der Sonne, des Zweirads, des Felses und guter Strände. Falls ihr euch bei einem dieser Worte angesprochen fühlt, seit Ihr hier womöglich an der richtigen Adresse.


¿Quiénes somos? 

Somos dos personas alrededor de 30 años, a las que les gusta moverse en bicicleta y escalar. Hemos pensado que la mejor manera de conocer la diversidad cultural del mundo y alejarnos de las típicas rutas turísticas es viajar a unos 15 k/h y tomarnos la libertad de decidir. Que nuestro equipo de escalada se haya compartido en parte de nuestro equipaje, se debe más que nada a un reflejo, ya que no nos podemos imaginar estar a pies de una magnifica pared y conformarnos tan sólo con observarla.

Wer wir sind:

Wir sind zwei Menschen Ende 20 und Anfang 30, die gerne Rad fahren und Klettern. Wir dachten uns, dass es eigentlich keine bessere Kombination gäbe als das langsame Reisen aus eigenem Antrieb (mit sagenhaften 15 km/h), um der kulturellen Diversität dieser Erde abseits der Touristenwege zu begegnen. Das wir unser Kletterkram mit hinten drauf schmeißen ist eigentlich vielmehr Reflex als geplant, aber dennoch absolut notwendig.


La ruta 

Como punto de partida de nuestro viaje hemos elegido Kuala Lumpur en Malasia, y como punto final, a 6000 km, Hanoi en Vietnam.Respecto a la ruta que vamos a seguir para llegar al destino final, dejamos todas las posibilidades abiertas y la iremos trazando día a día.

Die Tour:

Als Startpunkt haben wir Kuala Lumpur/Malaysia ausgewählt und als Endpunkt Hanoi/Vietnam. Dazwischen liegen je nach Wahl und nach Route 6000 - unendlich Kilometer. Was die konkrete Route angeht lassen wir uns jeden Tag aufs Neue überraschen.


Nuestro sueño

Queremos vivir la experiencia de poder escalar en diferentes rincones del sudoeste asiático, sin depender del transporte público y moviéndonos líbremente, con nuestras tiendas de campaña. Un nuevo horizonte del concepto de libertad, que hasta ahora creemos que no conocemos.

Der Traum:

Sich einmal durch Südostasien zu klettern, völlig unabhängig von fremden Verkehrsmitteln zu sein und mit Campingzeug ausgerüstet auch überall bleiben zu können ist ein neuer Horizont an Freiheit den wir versuchen wollen zu erfahren.

Nos alegra la idea de compartir esta experiencia con vosotr@s, así que bienvenidos a bordo y sumerjámonos en la aventura.

Wir freuen uns euch mit an Board zu haben wenn es in ein paar Tagen heißt: Leinen los und volle (naja, vielleicht erst mal halbe) Fahrt voraus.


Des-conexión

Nos bloquean el blog por vagos y no escribir!! Así que aquí os mandamos muchos besos y os comunicamos que nos va muy bien. Estamos en Vietnam, acercándonos a Hanoi. Si tenemos tiempo, en el poco tiempo de viaje que nos queda, subimos fotos. Sino, nos vemos a la vuelta y os las enseñamos en persona. Cuídense!

Birmania. Primera parte.


Las dos últimas semanas concentran tal cantidad de situaciones inéditas y experiencias inolvidables, que a penas sabemos por dónde empezar a contarlas o cómo resumirlas.
Después de que desapareciesen las últimas secuelas que quedaban de la fiesta de nochevieja en Rangon (Tailandia), el 2 de enero por la mañana embarcamos en uno de los botes que nos permitiría  cruzar 10 km de mar para llegar a Birmania, en la ciudad de Khathoung. Estos paseos en barco, que en el sur del país se convertirán casi en habituales por falta de puentes, nos hacen temblar cada vez que aparecen en nuestra ruta, ya que nos da miedo tener que buscar a nuestras queridas bicis en el fondo del mar/río, o lo que toque cruzar...
Habiendo llegado a la otra orilla y llenos de emoción, intriga y euforia, nos dispusimos a buscar el edificio de inmigración para poner un nuevo sello a nuestro pasaporte y comenzar nuestra aventura hacia el norte. La cual no empezó sin trabas, ya que en la oficina de inmigración nos dijeron que no era posible salir de los confines de aquella ciudad en bicicleta ni moverse libremete a lo largo de toda la región sur del país. Después de varios intentos de negociación, de que nos denegasen un “permiso especial de las autoridades” y sin conocimientos suficientes para poner en duda la veracidad de sus argumentos (nos hablaban de peligros: “no hay infraestructuras, no hay pueblos, si os pasa algo no os puede ayudar nadie...” y de un grupo de “Rebeldes” que asaltaba a los autobuses para robar dinero) llegamos al acuerdo de que:
    1.  Nuestros pasaportes y bicicletas se quedaban en la aduana durante el día, y nosotros podíamos visitar la ciudad, con una copia de nuestro pasaporte. 
    2. Trabajadores de inmigración compraban un ticket de bus para nosotros (que nosotros debíamos pagar, claro está) hasta la ciudad de Myek, unos 300 km hacia el norte.
    3.  Dos trabajadores de la aduana nos escoltarían al atardecer hasta la estación de autobuses, se asegurarían de que tanto nosotros como nuestras bicicletas estabamos montados en el autobús, y sólo en ese momento y antes de que comenzase el viaje, nos devolverían nuestros pasaportes.
      Ese fue un viaje de 16 horas por caminos infernales, y tanto Hauke como yo podemos describirlo como el peor viaje en bus de nuestras vidas. Llegados a Myek sobre el mediodía, cubiertos de tierra y polvo, sin haber cerrado ojo y con todos los músculos de nuestros cuerpos contracturados, no pudimos hacer otra cosa que comer un gran plato de arroz con pollo y echarnos una siesta en el pequeño hostal en el paseo marítimo.
      Por la tarde pudimos disfrutar de la autenticidad de la ciudad y la simpatía de sus habitantes. Ese fué en primer momento en el que sentimos como si en vez de en un autobús, nos hubiesen metido en una máquina del tiempo y nos hubiesen transportado al pasado. Desde entonces, no paramos de apreciar similitudes con historias que conozcemos de nuestra niñez o de relatos de nuestros abuelos/as, que en algunos casos nos alegra ver que todavía hay lugares en el mundo dónde todavía se dan, y en otros casos nos entristecen.
      Una de las cosas que nos llamó la atención es algo con lo que nos encontramos en muchos otros países, por desgracia: la basura. No hay ningún tipo de sistema de recogida de basura; en el mejor de los casos, cada uno se encarga de quemar su basura en el patio de su casa. Pero la mayoría de los habitantes se limitan a tirarla al mar o en la periferia de la ciudad.
      Los siguientes 90 km hasta Palaw transcurrieron por carreteras y caminos de buena calidad, que pasaban por pequeños pueblos en los que todos sus habitantes nos saludaban, salían a vernos, iban al bar en el que parabamos a hacer una pausa. Tanto nuestros ojos como los suyos brillaban de curiosidad e intentábamos comunicarnos como fuese posible. Tenemos un libro del idioma birmano y ya somos capaces de construir varias frases simples. La gente responde de forma agradecida y aprecian nuestros esfuerzos. También se ríen de/con nosotros.
      A partir de Palaw comenzaría la siguiente aventura. Están construyendo todas las carreteras en el sur, por lo tanto, el trayecto que hicimos en bicicleta el día anterior, sería el único que recorreríamos en caminos en condiciones. A partir de ahí no fuimos capaces de hacer más de 55 km al día. Incluso nos hemos inventado una escala de grado de dificultad de “dirt road” (término inglés que define los caminos no asfaltados) que llega hasta el grado 6, nuestra peor tortura y la de nuestras bicis.


      CONSTRUCCIÓN DE CARRETERAS

       Las obras de construcción de carreteras se lleva a cabo de una forma tan tradicional que estreme- ce. A falta de maquinaria hay una gran cantidad de personas involucradas en las obras (en gran mayoría mujeres y niños), y las condiciones en las que trabajan son totalmente precarias.
       Las piedras las pican a mano, la brea la calientan en bidones sobre fuego a orillas de la carretera y luego la vierten personas en sandalias y sin ningún tipo de protección para la respiración, con ayuda de una especie de "regaderas de metal" agarradas por un palo. Nos dijeron que los trabajadores ganan unos 5 dólares diarios, pero que al ser un trabajo tan duro, no pueden trabajar todos los días. Además, esas personas son del norte de Birmania, y viven en cabañas al lado de la carretera, hasta que termine la obra. Estas informaciones no sabemos hasta que punto son fiables, ya que proceden de un millonario de la Yangoon que es propietario de minas en el sur; una de esas personas sacando partido a esta región.
      También otra de las deficencias estructurales de la zona sur del país afecta directamente al turismo. No sólo no hay carreteras, sino que tampoco hay hoteles ni nada de este tipo. Esta región está abierta desde hace dos años; hasta entonces era territorio controlado por el ejército, y no se permitía la entrada ni salida de nadie a excepción de por vía aérea y con visados especiales. Por ello, y teniendo en cuenta dos leyes en Birmania de las que ya estábamos avisados: 1. Está terminantemente prohibido acampar (considerando la cantidad de controles militares en esa zona, no nos vamos a hacer los listos.) 2. Para los habitantes está terminantemente prohibido invitar a extranjeros a dormir en sus casas o permitir que acampen en su jardín, bajo peligro de multa; durante nuestra estancia en el sur, estuvimos pernoctando en monasterios budistas (los hay por todos los lados). No sólo nos acogían si pedíamos ayuda, sino que al pasar por pueblos al atardecer, nos lo ofrecían, conscientes de que no llegaríamos al siguiente pueblo antes de que caiga la noche. También la policía nos visitó en algún monasterio para controlar nuestros pasaportes. Creemos que durante toda la trayectoria del sur, nos han hecho un seguimiento. Incluso ciudadanos de pueblos nos han dicho que sabían que íbamos a llegar, la policía les había avisado un día antes.
      Conforme iban pasando los días, iba bajando nuestra motivación y aumentando nuestra frustración. No avanzábamos, nuestras bicis estaban cada vez en peores condiciones, todo lleno de tierra. Nosotros íbamos cubiertos como un power ranger, con mascarilla de tela de protección para la nariz y la boca (sino no hay manera de respirar en esos caminos), gafas de sol (otra alternativa sería pedalear con los ojos cerrados) y cascos (o Hauke un sombrero a lo cow boy, no se trata de la velocidad, pero el sol...)

      Hicimos una pausa de dos días en la playa de Mau Ma Gan, donde tuvimos el placer de compartir una interminablemente larga playa con las personas locales,
      lo que nos agradó, ya que no es algo habitual en el resto de países asiáticos, donde este tipo de playas sólo las disfrutan los turistas. También invertimos mucho tiempo en limpiar la cadena, proteger partes de las bicis de roces, fijar los petates...  nuestra vuelta a la ruta, pudimos contemplar llenos de rabia cómo tan sólo después de dos horas de pedalear, nuestras bicis estaban como si no hubiésemos hecho nada: los guardabarros llenos de tierra, lo que hacía más duro el pedalear, la cadena volvía a hacer ruidos... Desmoralizante. Además, tras varios km en ese tipo de caminos, duelen las muñecas, el cuello y el pectoral, ya que se trata de una vibración y tensión muscular constante. 
      Ese día llegamos a una carretera bastante buena, y pensamos que la obra había terminado. Al día siguiente, al descubrir tras 15 km que el tramo de obras todavía no había terminado, y comenzaba de nuevo, decidiríamos pedalear lo que pudiésemos, pero intentar parar a todos los coches/camiones posibles, hasta pasar las obras, e intentar disfrutar el norte del país. Así fue, primero avanzamos 20 km en una hora en el remolque de un camión: ya eran 12 más de lo que hubiésemos avanzado en biciceta. El resto de trayecto hasta Mawlomyne, lugar donde comienza la Birmania que SÍ visitan normalmente los turistas, lo hicimos sentados cómodamente en un jeep con aire acondicionado.
      Es una ciudad muy bonita y verde, en la que merece la pena alquilar una moto para visitar la zona y disfrutar las vistas del precioso atardecer desde la pagoda situada en la colina más alta de la ciudad.
      Los tres siguientes días hacia Yangon fueron los 300 km más fáciles es carreteras birmesas. El problema sería que ningún hotel nos aceptaría, ya que como descubriríamos hay dos clases de hoteles: los de turistas y los que son para personas locales; así que algún día nos tocó pedalear 20/30km más de los que hubiésemos deseado durante la noche, hasta llegar a algún sitio donde hubiese un hotel que aceptase turistas. El paisaje eran arrozales, que hacían bastante difícil acampar y los monasterios en las zonas turísticas, no compiten con las empresas hoteleras.
      Yangon es una gran ciudad llena de vida en sus calles, pero con una brecha muy marcada entre clases sociales.
      Ahí reestructuramos la ruta de nuestro viaje, y mirando la corta duración de nuestro visado y la imposibilidad de una extensión del mismo, decidimos cruzar 600 km hacia el norte en tren para luego volver al norte de Tailandia, cruzando una región montañosa muy cerrada al turismo.
      El viaje en tren fue increible, era comparable a un vuelo con turbulencias severas. 600 km los recorrimos en 16 horas en un compartimento con literas para por la mañana llegar a Bagan, uno de los lugares más pictorescos, pero que desgraciadamente carece de la esencia que caracterizó al resto de Birmania: la hospitalidad. 
      Allí tuve un pinchazo con la bici mientras visitábamos los templos, y la gente en vez de intentar ayudarnos, nos intentaban cobrar precios desorbitados aprovechándose de la situación: incluso el coche que paró cuando hicimos autostop para ir al hostal, se convirtió instantaneamente en un taxi con precios de Nueva York.
      En fín, como transcurren las últimas semanas de Birmania, lo contaremos en otro post. Así que... estén atent@s, querid@s amig@s... 
      hasta pronto!